miércoles, 22 de mayo de 2013

Capítulo 4: Dulce melodía.

Los días pasaban sin dejar recuerdos perdurables en mi vida. Hacía dos semanas que Alexa se había marchado. Joana, llamó para avisarme de que habían llegado y que estaban bien, pero nada más. La llamada apenas duró treinta miseros segundos. Ni siquiera me dijo donde estaban, si se encontraban cerca o lejos, si la volvería a ver... Solo el tiempo me daría las respuestas que necesitaba.

Tumbada en la cama, la tristeza me invadía por completo. Recordando cada momento vivido con Alexa, las lágrimas empapaban la almohada. Los párpados empezaban a pesar cada vez más y más. Hubiera entrado en un sueño inmenso, si no fuera porque en ese instante, llamaron al timbre. Me levante sin ganas y me dirigí hacia la puerta. Miré por la mirilla, afortunadamente, era la persona a la que quería ver.
Me quedé inmóvil, mirando fijamente sus ojos, tal vez, le estaba pidiendo ayuda a gritos, le suplicaba que me salvara de aquel infierno. Y él, me entendió al momento. Entonces, dio un paso hacia delante, se paró frente a mi, y me abrazó. Sus brazos rodearon con fuerza mi cintura y me sentí segura en aquel instante.
No había visto a Mike, desde el día en el que me trajo el medallón. Ni siquiera sabía porqué estaba allí, en la puerta de mi casa.

-Carol, ¿estás bien? ¿que ha ocurrido?
-Esto es una pesadilla Mike, me estoy volviendo loca -rompí a llorar en sus brazos.
-Sh, tranquila Carol, todo va a salir bien, te lo prometo, confía en mí.
-No lo creo, Mike. Nada de todo esto va a salir bien.
-A ver, cuéntame lo que ha pasado, solo tienes que confiar en mi, eso es todo.
-Está bien, pasa, te serviré un zumo de naranja, ¿te gusta?
-Un zumo de naranja estaría bien, si. -Mike sonrió y cerró la puerta.

Acompañé a Mike hasta el salón y le dije que se sentara en el sofá mientras le servía el zumo.
Cuando los tuve preparados, me senté a su lado.

-Está bien Mike, vas a escuchar mi historia, desde el principio -me incorporé en el sofá y cogí la taza entre mis manos- Desde que nací, mi vida no fue nada fácil. Empezando por los problemas de dinero. La mayoría de las veces, teníamos problemas para llegar a fin de mes. No siempre podíamos permitirnos lujos, ni caprichos. Así que aprendí a vivir con lo justo. Mis padres, discutían la mayor parte del tiempo y casi siempre, era por el dinero. Escuchaba los gritos desde mi habitación, recuerdo que me escondía debajo de la cama por miedo, era el único lugar donde me sentía segura.
Algunas noches, escuchaba a mi padre llegar a casa bebido. No era algo que me sorprendiera, pues cada vez que discutía con mi madre, acababa así. Pero las cosas cambiaron, cuando Alexa llegó. Yo tenía once años y fue la mayor alegría que podía tener en aquel momento. Era lo que siempre había deseado. Cuando Alexa tenía un año, mis padres encontraron trabajos decentes, con sueldos aceptables. Así que yo me ocupaba de Alexa todo el tiempo, y debo decir que no era ninguna carga, era feliz así, cuidando de la persona más importante de mi vida. Era la niña más adorable que pudieras imaginar. Alegraba todos mis días con una simple sonrisa.
Aunque, por desgracia, las cosas empezaron a ir mal de nuevo. -me acomodé en el sofá y di unos tragos de la taza- cuando Alexa tenía seis años, mi padre cayó de nuevo en la bebida al perder su trabajo por causa del cierre de su empresa. Las discusiones cobraron vida de nuevo, y entendía perfectamente el estado triste y desolado de mi hermana al escucharles discutir, ya que había pasado exactamente por lo mismo. Al ver que mi familia se iba destruyendo día a día, decidí dejar mis estudios y ponerme a trabajar a mis diecisiete años para ayudarles económicamente. Aún no lo sabía, pero eso no iba a ser buena idea. -mi rostro se entristeció y mis ojos se humedecieron- Un día, mis padres cogieron el coche para ir a buscarme al trabajo, pero por desgracia... no llegaron. Al parecer, mi padre había bebido antes de coger el coche y el accidente fue inevitable. Los dos murieron en el acto al tener un choque frontal con un camión. El conductor del otro vehículo, tuvo más suerte que mis padres y sobrevivió. Desde entonces, me culpo por ello. Pero he seguido adelante, y me hice cargo de mi hermana, hasta que un día... recibí un sobre en el que decía que mi tía tenía la custodia de Alexa. Desconocía que mi madre se la hubiera dado a ella, su hermana, por eso la cuidé yo durante esos dos años. Pero de repente, Joana apareció de la nada, y me la arrebató de las manos. El día que recibí el sobre, estaba realmente asustada, y huí de aquí. Entonces llegué a aquel lugar donde te conocí, y bueno, al día siguiente, mi tía vino a por mi hermana. Desde entonces, llevo aquí encerrada, hundida en la miseria y en el dolor. Alexa era todo lo que tenía... ahora no me queda nada.
-Me tienes a mi -Mike agarró mis manos y las acarició suavemente.- Me siento muy especial ahora que conozco tu historia.
-Eres el único que lo sabe, quitando a mi amiga Martina, nos conocemos de pequeñas y siempre ha estado ahí.
-También voy a estar yo, para todo lo que necesites. Aquí estoy Carol, quiero que lo sepas.
-Muchas gracias Mike, no sé como agradecerte esto.
-No tienes que agradecerme nada, te prometo que las cosas van a mejorar a partir de ahora, yo estoy aquí para cambiar tu vida, cambiarla para bien. Puedes dar fe de ello, Carol. Eres diferente y puedes ser feliz a pesar de tu pasado. Voy a hacer que te des cuenta de ello.

Las palabras de Mike, parecían una luz al final del túnel. Un salvavidas en medio del océano. Una cuerda para salir del pozo. La llave para ser feliz. O tal vez... no fueran las palabras, tal vez era Mike esa luz, ese salvavidas, esa cuerda y la llave de mi felicidad.
Desde ese día, Mike no se separó de mi. Venía a verme todos los días y desayunábamos juntos. Pasaba gran parte del día conmigo. Cada día, le conocía más y más. Iba conociendo cada rincón de su alma, cada herida que había cicatrizado. Mike, además de ser atractivo, tenía buen corazón. Se preocupaba por mí, era atento a más no poder, detallista, cariñoso. Era increíble conmigo. Había días, en los que él preparaba la comida para los dos y luego mirábamos una película sentados en el sofá.
Todo iba bien, hasta que un día cambió todo. Pasó de ir bien a ser perfecto.
Ese día en que mi vida cambió, cambiaron mis sentimientos, la manera de ver las cosas, ese día en que cambió nuestra relación.

Mike, llamó a la puerta, como de costumbre. Aunque aquel día no iba a ser como los demás. Aquel, iba a ser diferente, especial.
Abrí la puerta y allí estaba Mike, con una rosa en la mano y con una sonrisa dibujada en sus labios.

-Buenos días preciosa, espero que estés preparada para el día que te espera hoy. -sonrió con ternura y me entregó la rosa.
-Mike... ¿pero que es esto? -me sonrojé y le devolví la sonrisa- No hace falta que te molestes, ya has echo demasiado por mi.
-Nunca es demasiado para mi. Voy a hacer que este día no se te olvide nunca. Que seas feliz, que sonrías a cada instante, que grites de la emoción. Pero quiero que hagas todo esto conmigo. Que me dices, ¿aceptas?
-Resulta muy tentador... y más aún si tengo que hacerlo todo contigo. Creo que es hora de ser feliz... acepto. -le invité a entrar y nos dirigimos al salón.
-Muy bien, dúchate, mientras prepararé el desayuno -Mike se dirigió hacia la cocina y empezó a sacar cosas que había traído en bolsas de la compra.
Me dirigí a mi habitación, sorprendida por la sorpresa que Mike acababa de darme. Abrí el armario y me quedé mirando, sin saber que elegir. Opté por coger unos vaqueros pitillo de cintura baja y un jersey de lana fina a rayas de color rojo y veis. Cogí las zapatillas blancas y rojas, la ropa interior y fui derecha al baño, sin mirar lo que estaba haciendo Mike.
Me tomé el baño con tranquilidad, quizá más de la necesaria. Salí de la ducha enrollando una toalla a mi cuerpo. Me puse crema hidratante y me vestí entusiasmada por el día que me esperaba. No podía dejar de pensar en lo que Mike me tendría preparado. No sabía porque hacía todo eso, porque estaba tan pendiente y era tan amable con migo. Y todo eso, sin querer recibir nada a cambio.

-Estás hermosa -dijo Mike cuando salí del baño.
-No exageres, desde luego sabes mentir muy bien.
-Venga, sabes que no puedo mentir contigo -sonrió mientras ponía la jarra de zumo en la mesa. -El desayuno está listo, ven acércate.
La mesa estaba preciosa. La había cubierto con un mantel blanco con lunares rojos. En el centro, había un jarrón con flores rosas blancas. La jarra de zumo estaba justo al lado.
Había una bandeja llena de fruta: nectarinas, piña, uva y naranjas. Dos platos con tostadas y mermelada de fresa, como a mi me gustaba. Había algo que llamaba la atención en aquella mesa, algo que no pude evitar pasar por alto.

-Sí, es para ti. -dijo Mike al ver que estaba observando aquello- Cógela.
Me dirigí hacia la mesa y cogí el sobre rojo que había al lado de las flores. Lo abrí, y vi una perfecta caligrafía, la de Mike.

Buenos días, preciosa. Espero que estés llena de energía, porque hoy te va a hacer falta. Estaba esperando el momento perfecto para hacerte esta sorpresa, y creo, que hoy era la ocasión.
No quiero verte triste, y no solo hoy, nunca más. Quiero ver tu sonrisa todos los días, porque es una sonrisa perfecta. Quiero que hoy, no preguntes porque he echo esto. Quiero que te baste con que te diga que lo hago porque te lo mereces y porque me has cambiado la vida. Cada día contigo, es especial, diferente, mágico, asombroso y único. Y quiero devolverte todo lo que has echo por mi, aunque creas que no ha sido nada.
Hoy, es tu día, Carol. El día en el que el pasado queda enterrado. El día que empieza una nueva vida, una vida llena de alegría, sin penas, sin lágrimas. Llena de sonrisas.
Te prometí, que te haría ver que eres especial y diferente, que tú también puedes ser feliz, y que manera de demostrarlo empezando así el día. Con este desayuno y el sol tan espléndido que está brillando ahí fuera.
Es el momento de ser feliz, Carol.

Levanté la vista y me dirigí a Mike para abrazarlo. Me quedé sin palabras, pero tenía que hacer el esfuerzo de decir algo.

-Eres increíble, Mike. Nunca voy a olvidar todo lo que has echo por mí.
-Espero que no lo hagas, porque esa es mi intención, que nunca olvides todo esto.
-Bueno, ¿empezamos el día de hoy?
-Y como no íbamos a empezarlo, venga siéntate -Mike sonrió y me ofreció la silla para que me sentara, luego se sentó el frente a mí.

Sirvió el zumo de naranja, y luego empezamos a desayunar.
Risa tras risa y sin darnos cuenta, había pasado poco más de media hora. Así que terminemos de desayunar y recogimos la mesa.
-Y bien ¿que viene ahora? -pregunté con curiosidad.
-Eso es una sorpresa, ven conmigo.

Mike me cogió de la mano y salimos a la calle. Delante de la puerta de casa, estaba su moto. Se subió y me ofreció su casco para que subiera yo también.
Cuando estuve lista y bien agarrada a su cintura, Mike arrancó la moto, y nos perdimos entre los coches de la calle principal. Había gente por todos lados, de aquí para allá, gente, que iba quedando atrás cada vez que Mike cruzaba alguna calle o aceleraba.
Cuando llegamos al lugar, me quedé sorprendida. Frente a mí, había una casa grande. Parecía vieja, pero se podría vivir perfectamente. 

-¿Donde estamos?
-Era la casa de mis padres. Me la dejaron cuando se fueron a vivir a los Estados Unidos. -su rostro entristeció durante unos segundos.
-¿Te dejaron aquí?
-No, yo decidí quedarme. Pero no hemos perdido el contacto. Seguimos hablando.
-Vaya... ¿Porque me has traído aquí?
-Ven, quiero enseñarte algo.

Me agarró de la mano y me condujo hasta la puerta de la entrada. Al abrirla, chirrió. La casa estaba oscura y todos los muebles estaban cubiertos por plásticos. Olía a humedad y hacía frío allí dentro. Se podía sentir la soledad que cubría aquella casa. El polvo encima de los plásticos y de las lámparas se veía fácilmente. Nos dirigimos al salón y Mike paró en frente de un objeto grande. Lo destapó y pude verlo. Un viejo piano de cola. Era negro, pero se había descolorido con el paso del tiempo.
Se sentó frente a el, inspiró y expiró profundamente y puso sus finos y largos dedos sobre las teclas.
-Ven, siéntate junto a mi, Carol.

Obedecí y me senté a su lado. De pronto empezó a sonar una melodía lenta y aguda. Sus dedos se movían con fluidez y destreza sobre las teclas. Me quedé totalmente boquiabierta. Sonaba tan... melancólica. La música rompió el silencio de toda la casa y el frío desapareció por completo. Había brillo en sus ojos, un brillo que nunca había visto, una mirada intensa, penetrante. Me preguntaba que estaría pensando en ese instante, que se le estaría pasando por la cabeza.
De repente, se giró y me miró. Sus ojos azules me invadieron por completo y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Entonces lo supe. Había algo en él. Algo que lo hacía totalmente diferente. Estaba enamorada. Y no podía cambiar aquello. Es más, me gustaba. Hacía tiempo que no me sentía así. Que no sentía esa agradable sensación. El hormigueo en la tripa, el corazón latiendo cada vez más rápido, las manos temblorosas al igual que el resto del cuerpo.
Oh Mike... que hiciste conmigo.
Sin darme cuenta, puse mi mano sobre la suya y le impedí seguir tocando. La acaricié suavemente. No sabía que era tan suave.
-Carol... -Mike agarró mi mano y se la llevó al pecho. -¿Lo notas?

Su pulso estaba acelerado, igual que el mío. Oh Dios... sentía sus latidos en la palma de mi mano. En ese momento, me estaba derritiendo. Mi cuerpo temblaba. Estaba nerviosa por completo, no sabía que estaba pasando.
-Si... -balbuceé.
-Tu haces que lata tan rápido. Necesito decirte algo, Carol. Por eso estamos aquí.

Separó mi mano de su pecho y entrelazó sus dedos con los míos. El corazón me dio un vuelco.
Mike... que pretendes... Pensaba. 

-Durante este tiempo, no me he separado de ti, he pasado muchos momentos contigo, más de los que esperaba. Te has convertido en alguien muy importante, y no pensaba que llegaría a tanto, pero has conseguido que me enamore de ti. Tu lo has cambiado todo, llegaste de repente, y en poco tiempo has puesto mi vida patas arriba. Te cruzaste en mi vida, y ahora te necesito en ella. Carol... -pasó la lengua por sus labios con delicadeza y sensualidad- … te quiero.
No... no puede ser. Mike enamorado de mi. Me quedé atónita, sin palabras. No sabía que decir.

-Tú... tú también has puesto mi vida patas arriba en tan poco tiempo. Contigo, todo es diferente, me has echo olvidar, y nadie lo había conseguido hasta ahora. ¿Sabes eso lo que significa?

Puso mi cara entre sus manos y me besó con dulzura. Su lengua acarició la mía con delicadeza. Sus besos sabían tan bien... No sabía que estaba esperando ese momento con tanta ansia. Sabía que lo quería, pero lo había estado ocultando por miedo a sufrir de nuevo. Quería engañarme a mi misma, pero ya no aguantaba más. Le quería, y no me sentía culpable de ello.

-Te quiero, Mike. -susurré en sus labios.
-Yo también te quiero, Carol. Estaba esperando este momento desde hacía mucho. Ha ido mejor de lo que esperaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario